Coronavirus, ansiedad, depresión, ejercicio, relaciones de pareja y otros demonios…
¿Quién se esperaba todo esto? ¿Se han dado cuenta de todo lo que este virus trajo consigo? A nivel social vino a darnos unas cuantas cachetadas sobre nuestros comportamientos, decisiones y autoconocimiento, que ninguna persona, religión, ni credo, había logrado hacer en siglos. ¿Qué es realmente valioso? ¿Qué he hecho con mis relaciones sociales? ¿Cómo me permití estar en este matrimonio? ¿Por qué no me preocupé por mi salud física antes? Estas son tan sólo algunas de las preguntas que he identificado entre las publicaciones que he leído en redes sociales, y conversaciones con personas cercanas que he mantenido en línea. Por cierto. ¿Qué sería de la humanidad sin tener Facebook para poder desahogarse? ¿Se imaginan no poder identificarse con la angustia de otra persona por las historias de Instagram? ¿O sin poder enviar audios por WhatsApp? Nos sentimos tan solos en nuestras casas, pero nos “consolamos” al poder interactuar con otra persona por medio de la tecnología...